top of page
Search

FILOSOFÍA 10: FILOSOFÍA HELENÍSTICA

  • Writer: jtellezinem
    jtellezinem
  • Jun 21, 2020
  • 5 min read

Mira la presentación sobre las escuelas filosóficas que surgieron durante el período helenístico y luego analiza los textos que se publican abajo de la foto.

El desarrollo de las actividades lo puedes enviar a los siguientes correos:

d.ine.julio.tellez@cali.edu.co- j.tellezinem@gmail.com- lacarretadeigor@gmail.com

También puedes subir el desarrollo de las actividades al classroom correspondiente a tu grupo.




Carta a Meneceo (Fragmento)


Parte de nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos

deseos; entre los naturales, unos son necesarios y otros no; y

entre los necesarios, unos lo son para la felicidad, otros para el

bienestar del cuerpo y otros para la vida misma. Conociendo

bien estas clases de deseos es posible referir toda elección a la

salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello

consiste la vida feliz. Pues actuamos siempre para no sufrir

dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido ya na

necesitamos de nada más.

Por eso decimos que el placer es el principio y fin del vivir feliz.

Pues lo hemos reconocido como bien primero y connatural, y a

partir de él hacemos cualquier elección o rechazo, y en él

concluimos cuando juzgamos acerca del bien, teniendo la

sensación como norma o criterio. Y puesto que el placer es el

bien primero y connatural, no elegimos cualquier placer, sino

que a veces evitamos muchos placeres cuando de ellos se

sigue una molestia mayor. Consideramos que muchos dolores

son preferibles a los placeres, si, a la larga, se siguen de ellos

mayores placeres. Todo placer es por naturaleza un bien, pero

no todo placer ha de ser aceptado. Y todo dolor es un mal, pero

no todo dolor ha de ser evitado siempre. Hay que obrar con

buen cálculo en estas cuestiones, atendiendo a las

consecuencias de la acción, ya que a veces podemos servirnos

de algo bueno como de un mal, o de algo malo como de un

bien.

La autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para

que siempre nos sirvamos de poco, sino para que cuando no

tenemos mucho nos contentemos con ese poco; ya que más

gozosamente disfrutan de la abundancia quienes menos

necesidad tienen de ella, y porque todo lo natural es fácil de

conseguir y lo superfluo difícil de obtener. Los alimentos

sencillos procuran igual placer que una comida costosa y

refinada, una vez que se elimina el dolor de la necesidad.


Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no

nos referimos a los placeres de los viciosos -como creen

algunos que ignoran, no están de acuerdo o interpretan mal

nuestra doctrina-, sino al no sufrir dolores en el cuerpo ni estar

perturbado en el alma. Porque ni banquetes ni juergas

constantes dan la felicidad, sino el sobrio cálculo que investiga

las causas de toda elección o rechazo y extirpa las falsas

opiniones de las que procede la gran perturbación que se

apodera del alma.

El más grande bien es la prudencia, incluso mayor que la

filosofía. De ella nacen las demás virtudes, ya que enseña que

no es posible vivir placenteramente sin vivir sensata, honesta y

justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir con

placer. Las virtudes están unidas naturalmente al vivir

placentero, y la vida placentera es inseparable de ellas.

Hasta aquí.


Te indicaré las normas que debes observar para vivir más seguro. Pero te

aconsejo que escuches estos preceptos como si te enseñase la forma de proteger

tu salud en tus dominios junto a Árdea. Considera cuáles son los motivos que

impulsan al hombre a causar daño a otro hombre: descubrirás que son la

esperanza, la envidia, el odio, el temor, el desprecio.

De todos ellos el desprecio es hasta tal punto el más leve, que muchos se han

refugiado en él con el fin de protegerse. Al que uno desprecia, ciertamente lo

pisotea, pero luego pasa de largo; al hombre despreciado nadie lo daña con

ensañamiento, nadie con empeño; incluso el soldado que yace en el campo de

batalla es dejado de lado, se combate con el que está en pie.

Evitarás los deseos de los malvados si no tienes nada que excite la injusta codicia

de los demás, si no posees nada llamativo: en verdad se ambicionan aun las

cosas de poco valor, si son poco conocidas, si son raras. Rehuirás la envidia si no

te expones a las miradas de los otros, si no haces ostentación de tus bienes, si

aprendes a alegrarte en tu intimidad. El odio o es el resultado de una injuria (esto

lo evitarás no provocando a nadie), o es injustificado, del cual te protegerá el

sentido común. Tal odio resultó peligroso a muchos: algunos se han ganado el

odio sin tener enemigo.


Una modesta fortuna y un carácter dulce lograrán que no infundas temor: los

hombres deben saber que eres de tal condición que pueden herirte sin riesgo de

represalias; que la reconciliación contigo sea fácil y segura. Ser temido es, en

verdad, tan enojoso entre la familia, como fuera de ella, tanto por los siervos,

como por los hombres libres: no existe ninguno que no tenga fuerza suficiente

para hacer daño. Añade ahora que el que infunde temor teme a su vez: nadie ha

podido ser temible sin inquietud.

Queda el desprecio, cuya medida la tiene a su disposición quien se lo ha

procurado, quien es menospreciado porque ha querido, no porque lo ha merecido.

Las incomodidades de éste las desvanecen las buenas costumbres y las

amistades de aquellos que son influyentes ante algún poderoso, a los que

conviene acercarse, pero no encadenarse para que el remedio no sea más

costoso que el peligro.

Sin embargo, nada aprovechará tanto como estar tranquilo y hablar muy poco con

los demás y muchísimo consigo mismo. Existe un cierto encanto en la

conversación que se insinúa y halaga y, no de otra suerte que la embriaguez y el

amor, descubre los secretos. Nadie silenciará lo que ha escuchado, nadie

comunicará sólo cuanto ha escuchado. Quien no silencie el hecho, no silenciará al

autor. Cada cual tiene alguien en quien confiar tanto cuanto a él se ha confiado;

por más que modere su locuacidad y se contente con los oídos de uno solo, hará

pública la noticia; así lo que poco ha era secreto, ahora es voz popular.

Una gran parte de nuestra seguridad radica en no cometer injusticia alguna: los

prepotentes llevan una vida turbia y desordenada; temen en la misma medida en

que hacen daño y no descansan en ningún momento. En verdad, tiemblan cuando

han obrado el mal y andan perplejos. Su conciencia no les permite ocuparse, de

otra cosa y en seguida les obliga a responder ante su juicio. El castigo lo expía

quien lo espera y lo espera quien lo ha merecido.

Ciertos delitos dejan a uno tranquilo en medio del remordimiento, pero ninguno le

deja seguro; en efecto, piensa que si aún no ha sido descubierto, puede serlo, y

durante el sueño se agita y, cuantas veces habla del crimen de alguno, recuerda el

suyo; no le parece bastante olvidado, ni bastante oculto. El culpable tiene a veces

la suerte, mas nunca la certeza de mantenerse oculto.


Séneca.

Sobre la felicidad.

Capítulo 7

Oposición de la virtud y el placer | índice | anterior | siguiente

Añade ahora que el placer sobreviene incluso a la vida más infame, pero que la virtud

no admite una mala vida, y algunos no son infelices por falta de placer, sino por el

placer mismo, lo cual no ocurriría si a la virtud se mezclase el deleite, del que a

menudo carece la virtud, pero que nunca necesita. ¿Por qué querer reunir cosas

distintas y aún contrarias?. La virtud es algo elevado, excelso y regio, invencible e

infatigable; el placer es algo bajo, servil, flaco y mezquino, cuyo asiento y domicilio

son los lupanares y las tabernas. Encontrarás la virtud en el templo, en el foro,

atezada, con las manos encallecidas; al placer, casi siempre escondido en busca de

tinieblas, cerca de los baños y estufas, y de los lugares que temen a la policía, blando,

sin frío, húmedo de vino y de perfumes, pálido y cubierto de afeites y lleno de

ungüentos como un cadáver. El sumo bien es inmortal, no puede desaparecer y no

conoce el hastío ni el arrepentimiento; pues un alma recta no cambia nunca, ni se

aborrece, ni muda nada, porque siempre ha seguido lo mejor; pero el placer, en

cambio, cuanto más deleita, se extingue. Y no tiene mucho espacio, por lo cual pronto

lo llena, y produce hastío, y se marchita después de los primeros transportes. Y nunca

es seguro aquello cuya naturaleza consiste en el movimiento; así no puede tener

consistencia alguna lo que llega y pasa del modo más fugaz, para perecer en su mismo

uso, pues llega al punto donde cesa, y cuando comienza ya ve su fin.


¿Cual es el punto fuerte de lo que Epicuro nos dice sobre la felicidad y la virtud?

¿Qué nos dice Seneca sobre la fortaleza y la virtud estoicas?



 
 
 

コメント


Post: Blog2_Post

Subscribe Form

Thanks for submitting!

3148762289

  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn

©2020 by ACCIÓN FILÓSOFIA UNIVERSAL. Proudly created with Wix.com

bottom of page